Sábado, 18 mayo 2024
La seguridad no es un juego
La sociedad, esa masa variopinta en la que estamos inmersos quienes la componemos, tiene un grito que de a ratos se hace escuchar, con fuerza o con gestos de fuerza, pero con cada vez más fuerza, y grita y dice y vocifera para que quienes tienen la responsabilidad de actuar puedan meter “un tiro en el arco” y al menos comenzarle a pelear el partido a la violencia y delincuencia, que ya en el segundo tiempo pareciera que juega con quince jugadores y saca mucha ventaja. Hay que tratar de entender que la mayoría de la sociedad ya no quiera justicia, la sociedad ahora ante los hechos de violencia generalizados con daño, con lesiones y posibles víctimas, quiere venganza. ¿Como llegamos hasta aquí? ¿Por qué siempre la escalera en esta provincia en materia de seguridad pública y lucha contra el narcotráfico es para bajar escalones y nunca para subirlos? Por que como se observa a lo largo de las últimas décadas la gestión de un ministerio de seguridad y su manejo de la seguridad y policía fue, generalmente, ¿peor que la actuación ministerial anterior? ¿Qué incentivos tuvo, vio o intuyó el narcotráfico para asentarse fuertemente en nuestra provincia y más específicamente en el gran Buenos Aires? ¿Quién le corrió el cuerpo y los dejó pasar? La respuesta cierta nos la debe la política y los políticos que tuvieron y tienen responsabilidad legislativa y ejecutiva en este y en los anteriores gobiernos. Muchos de ellos hoy haciendo gala aún y dando cátedra de lo que hicieron, que en realidad no hicieron, y repitiendo y repitiendo que en su gestión compraron móviles patrulla, que los pintaron, que compraron o alquilaron helicópteros, que uniformaron al personal, que depuraron la institución sacando de sus filas miles y miles de efectivos corruptos, que compraron chalecos antibalas, mejores armas, municiones, comunicaciones, que les dieron mejores sueldos, que los formaron y capacitaron para dar lucha frontal “contra las mafias, el delito organizado, las bandas criminales y el narcotráfico”. ¿Si todo esto fuera verdad, nos cabe preguntarnos porque la seguridad pública está tan mal? ¿Qué falló y falla; el plan, la estrategia, ¿o la voluntad de los hombres responsables? ¿Hay voluntad? Buenos Aires, una provincia donde cada gobernante que llega cree en sus fueros más íntimos, que viene a salvarnos de las malas políticas públicas de seguridad que su antecesor desarrolló equivocada y horrendamente en el período inmediatamente anterior, y para ello nombra un ministro y su equipo, que como viene sucediendo hacen más política con la seguridad que políticas de seguridad. Cabe preguntarse porque no encontramos legisladores, diputados y senadores, de ningún signo que cierren filas con jueces y fiscales probos, y que, desde sus escaños, mas allá de presentar algún papelito como proyecto declarativo de seguridad y lucha contra el narco, griten ante las cámaras que el estado está sucumbiendo, que el estado usa un destornillador para sacar una tuerca y que así, como vamos, nos espera un duro futuro. ¿Cabría también preguntarse el por qué no tenemos exgobernantes, gobernantes, ministros, exministros de seguridad y jefes policiales de todas las gestiones que hayan sido duramente amenazados por clanes, carteles o familias de la droga… será que no se hacen olas ni se secuestra e incauta droga en la proporción debida y correspondiente en el territorio provincial y por ello nuestros narcos no tienen pérdidas económicas ni de qué preocuparse? ¿Estará en la inexistencia de personal policial herido o muerto en enfrentamientos de lucha contra el narcotráfico la respuesta? o nos estamos equivocando con nuestra apreciación y verdaderamente ya no hay más droga en las calles de la provincia? La política provincial no tiene ninguna respuesta al problema o no quiere o no le interesa darlas, y en la justicia, por un lado, escasa de recursos y por otro con algunos integrantes que se bañan en bronce, también existen ojos cerrados como bien lo dice con todas las letras la jueza federal Arroyo Salgado de la zona norte del gran Buenos Aires al ser muy crítica de las gestiones ministeriales anteriores y manifestar que “nos acercamos a ser un narco estado”, cosa esta que personalmente manifesté y alerté desde Medellín y a posteriori en una conferencia en la UCA en Abril de 2019. La policía que nos toca en suerte sufrir, fuerza policial que nunca debió quedar alejada de la buena consideración de la sociedad bonaerense, fuerza policial que en su organigrama y proporcionalmente hoy, tiene exceso de caciques por sobre indios, semejándose a una de esas empresas del estado donde hay que reducir el gasto y la inoperancia excesiva gerencial, fuerza policial donde un comisario de comisaría parece un empleado estatal que te “pone la oreja” si puede, pero que no tiene ni voz ni voto para decidir sobre la seguridad jurisdiccional, hombres en los escalafones más bajos que gozan de los muy buenos sueldos y remuneraciones que todos los gobernantes dijeron haberles otorgado y que aparentemente o mejor dicho, ciertamente, no existen, fuerza policial donde se observa una falta de horizonte profesional, orgullo de pertenecer, vocación y escasa profesionalidad, fuerza policial que semana a semana tiene suicidios, femicidios, homicidios entre pares, e integrantes de la misma institución detenidos por orden de la justicia en allanamientos en sus propias comisarias por los más diversos delitos……es en definitiva, una fuerza policial que no ayuda como debiera a la solución de los problemas. No hay argumento político válido para que la seguridad pública de la provincia y la fuerza policial y sus hombres, estén como están. Mal Conducir una fuerza policial desde un ministerio, no es un juego, y menos un juego político de aquel que llegó al puesto como funcionario público, funcional a sus propias aspiraciones políticas. Jorge Luis Vidal, Ph.D |
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