6 de diciembre de 2025
PELEAS INTESTINAS
Las tensiones que atraviesa a la política bonaerense tras el cierre de negociaciones
El peronismo, los libertarios, el PRO y la UCR atraviesan tensiones internas que reconfiguran liderazgos y alianzas y condicionan cualquier intento de estabilizar el tablero político en PBA. Cada espacio disputa cargos, control territorial y rumbo político en un escenario de máxima volatilidad.

Con las negociaciones ya cerradas en la Legislatura bonaerense, las tensiones internas de cada espacio político quedaron expuestas a cielo abierto. El peronismo, los libertarios, el PRO y la UCR viven días de reacomodamientos, disputas de poder y peleas intestinas que condicionan cualquier intento de estabilizar el tablero político en PBA.
El peronismo, atrapado en sus propios laberintos
En el oficialismo provincial, Fuerza Patria no logra exorcizar los viejos demonios que arrastra desde hace años. La convivencia entre La Cámpora, el Frente Renovador y el Movimiento Derecho al Futuro (MDF) se vuelve cada vez más áspera, mientras el gobierno de Axel Kicillof intenta sostener el funcionamiento de la gestión en medio del ajuste nacional. El cristinismo y el massismo mantienen una alianza de conveniencia frente al crecimiento del kicillofismo, pero el equilibrio es frágil y cualquier movimiento reaviva los recelos.
La proyección presidencial de Kicillof abre nuevos frentes: Cristina Fernández no quiere perder centralidad en el PJ; Máximo Kirchner resiste la autonomización del Gobernador; y Sergio Massa, aún con aspiraciones nacionales, se convierte en otro polo de tensión para 2027. A esto se suman los caciques del norte del país, que buscan su propio liderazgo dentro de un peronismo que no logra reaccionar ante el avance libertario.
En paralelo, el PJ bonaerense tiene pendiente la renovación de autoridades. Máximo Kirchner quiere continuar al frente, pero el kicillofismo impulsa alternativas como Verónica Magario, mientras sectores intermedios empujan a Federico Otermín como síntesis posible. Todo se recalienta cuando cada designación en el Gobierno provincial se vuelve motivo de disputa: cada silla, cada subsecretaría y cada dirección se debate al milímetro para que ninguna tribu quede relegada. El reciente pedido de Endeudamiento, ya negociado, mostró la magnitud del desgaste interno: sin financiamiento, la gobernabilidad tambalea, y los sectores tensan la cuerda hasta el límite.
El ‘parejismo’ se impone y recrudece la interna libertaria
En La Libertad Avanza, las tensiones tampoco dan tregua. Sebastián Pareja consolidó su liderazgo bonaerense y dio origen a su tropa como “el parejismo”, un espacio que ya opera como estructura propia dentro del mileísmo. Su misión es clara: depurar cuadros, cerrar filas y reducir la influencia de Las Fuerzas del Cielo, el sector que quedó afuera de las listas de septiembre.
Con las negociaciones legislativas ya culminadas, Pareja avanza con su armado sin importar que Agustín Romo tenga la presidencia del bloque en Diputados, con Nahuel Sotelo como único aliado. En el Senado, la situación es distinta: Carlos Curestis, figura de máxima confianza de Pareja, retiene el control del bloque y expande su influencia.
Las batallas internas, que ya tuvieron episodios de violencia e incluso golpes como el acto en Jose C. Paz, siguen marcando el pulso libertario. El reciente congreso de LLA en Mar del Plata ratifica el fortalecimiento del espacio de Karina Milei y de los armadores bonaerenses, con la adhesión de dirigentes del PRO como Guillermo Montenegro, cuyo futuro político genera especulaciones.
El PRO, atravesado por fugas y peleas por la identidad
El PRO bonaerense intenta contener una sangría de dirigentes hacia La Libertad Avanza, al tiempo que se debate entre quienes quieren una alianza estratégica con Milei y quienes exigen mantener distancia. La conducción provincial, encabezada por Cristian Ritondo, está virtualmente paralizada y los bloques parlamentarios funcionan como cajas de resonancia de la crisis.
El salto de Patricia Bullrich y otros dirigentes hacia el mileísmo aceleró las tensiones. Intendentes como Pablo Petrecca, María José Gentile y Javier Martínez ya rompieron con la estructura amarilla y formaron sus propios espacios. En la Legislatura, las peleas por el posicionamiento quedaron expuestas durante la negociación del Presupuesto y el Endeudamiento: Diego Santilli ordenó no aprobarle nada a Kicillof, mientras Ritondo dejó abierta la puerta a negociar si lograba asegurar cargos estratégicos para los suyos.
El futuro del PRO dependerá también de lo que haga Mauricio Macri, quien intenta contener lo poco que queda del viejo partido, hoy teñido por un violeta cada vez más dominante.
La UCR busca unificar pedazos para no quedar relegada
La UCR bonaerense todavía intenta reordenarse después de la ruptura entre el abadismo y el sector de Miguel Fernández, sumada al distanciamiento posterior con Evolución. Hoy conviven tres grandes líneas internas —además de otras menores— y apenas un hilo tenue mantiene la unidad formal del Comité Provincia.
El único puente concreto es el plan para reunificar los dos bloques de Diputados, lo que les permitiría sumar seis bancas y recuperar volumen político. Pero las discusiones por las autoridades de bloque, los lugares en las Cámaras y la pelea por cargos en el Banco Provincia dejaron en evidencia las latentes tensiones. En el Senado, en cambio, el panorama es más ordenado: sólo dos bancas, ambas ya alineadas a Fernández.
Nuevos realineamientos y espacios en tensión
La ruptura del bloque Unión Renovación y Fe dio origen a Unión y Libertad, que desde mayo ensaya una posición más cercana al Ejecutivo provincial. Su presidente, Martín Rozas, aparece vinculado al massismo y suena para el directorio del Banco Provincia. Del otro lado, el bloque Nuevos Aires oscila entre apoyos y rechazos al oficialismo, con dirigentes que en su momento fueron tildados de “libermassistas”, pero que, según afirman en la Legislatura, hoy responden al kicillofismo.
En este entramado de reacomodamientos, el cierre de negociaciones deja una certeza: la política bonaerense atraviesa un período de máxima volatilidad. Nadie parece tener el control total de su propio espacio y cada decisión, cada cargo y cada voto se vuelve un nuevo capítulo de una disputa que recién empieza.