13 de junio de 2025
ELECCIONES 2025
¿Cuánto pesa la religión en la urna?: la distancia entre la fe y la política
En un escenario electoral atravesado por la crisis de representación, la religión vuelve a emerger como una dimensión simbólica de poder. Sin embargo, su influencia se desdibuja frente a una ciudadanía más joven, desconfiada y alejada de las instituciones tradicionales.
Las elecciones legislativas de septiembre y octubre no solo pondrán a prueba proyectos políticos y alianzas electorales. También serán un termómetro del vínculo que hoy existe entre la política, la ciudadanía y un actor históricamente influyente: la religión. En la Argentina, y Mar del Plata no es la excepción, la Iglesia Católica ha tenido una fuerte gravitación en el plano simbólico, territorial y político. Sin embargo, algo ha cambiado. En las nuevas generaciones, su capacidad de interpelación parece cada vez más limitada.
Hoy, buena parte del electorado joven, particularmente quienes nacieron después de 1980, ya no se siente tan representado por las instituciones religiosas tradicionales. La distancia no es solo espiritual: es cultural y generacional. El catolicismo practicante sigue teniendo peso, pero entre públicos mayores de 45 años. Esos votantes sí conservan, en gran medida, una ligazón con valores religiosos que aún impactan en sus decisiones políticas. En cambio, para los más jóvenes, la fe organizada parece un lenguaje ajeno o, directamente, obsoleto.
Esto se enmarca en una crisis más profunda: la desconfianza estructural hacia las instituciones. La Iglesia no es la excepción, y comparte ese descrédito con la política, la justicia y hasta la educación. La falta de territorialidad real, de vínculos comunitarios concretos y cotidianos, hace que su palabra ya no tenga el peso de otras épocas. Del otro lado, dirigentes políticos, laicos o no, también viven cada vez más alejados de las experiencias reales de las mayorías, reforzando esa fractura entre representación y representados.
La histórica alianza entre Iglesia y Estado sigue generando tensiones. En tiempos donde ciertos discursos exigen la separación definitiva, el peso institucional de lo religioso se discute en voz alta. ¿Puede la fe seguir moldeando el voto? ¿Influyen aún los valores católicos tradicionales en el diseño de políticas públicas? ¿O estamos, simplemente, frente a una nueva era donde lo espiritual ya no intercede en la política, sino en la intimidad? A menos de tres meses de las urnas, la religión también entra en campaña, pero esta vez, sin garantías de ser escuchada.