26 de septiembre de 2025
DÍAS INTENSOS
“La interna en el Festival”: La Cámpora toma de rehén al cine y a Mar del Plata
A un mes de las elecciones nacionales, el espacio que comanda Fernanda Raverta usa la 40ª edición del Festival de Cine para dirimir la interna con el kicillofismo. La pelea escala al tiempo que Saintout y Amalfitano son los actores de reparto. Mientras, la ciudad, los turistas y el propio Festival Internacional quedan atrapados en una lucha por el poder.

Mar del Plata debería estar contando los días para celebrar la 40ª edición de su evento cultural más importante, pero en lugar de eso mira cómo la interna peronista se roba la función. La disputa entre La Cámpora y el kicillofismo convirtió al Festival Internacional de Cine en un escenario de guerra donde la alfombra roja no es para las estrellas, sino para medir quién tiene más poder en el mapa bonaerense.
La puesta en escena es digna de un premio de la academia. Por un lado, los protagonistas de esta operación: Florencia Saintout, titular del Instituto Cultural provincial, y Vito Amalfitano, director del emblemático Teatro Auditorium. Ambos, respondiendo a la batuta de la jefa camporista local, Fernanda Raverta que observa y empuja desde las sombras, salieron a escena con comunicados y tuits cargados de una épica impostada. Se envuelven en la bandera de la "soberanía cultural" y el "compromiso histórico" para "salvar" al festival.
El libreto es sencillo: acusan al INCAA (Nación) y al Municipio de querer arrebatarle al Auditorium su rol histórico como sede principal, poniendo en riesgo la categoría "Clase A" del evento. Ofrecen las instalaciones, envían cartas documento y se muestran como guardianes de la cultura marplatense. "Sería lamentable que un evento de tamaña envergadura pierda su escenario natural", declama Amalfitano, casi al borde de la lágrima. Saintout, por su parte, tuitea con indignación impostada que "la decisión atenta contra el festival".
Pero como en toda buena película de suspenso, lo importante no es lo que se dice, sino lo que se oculta. El espectador atento, el ciudadano de a pie que esquiva los baches de la política diaria, sabe que este melodrama no es por amor al séptimo arte. Es una cruda y ácida disputa por el poder, un capítulo más del reacomodamiento en el camión peronista tras las elecciones provinciales del 7 de septiembre y a un mes de las legislativas nacionales.
La Cámpora, que siente que Axel Kicillof les mezquina la lapicera y los espacios de poder en la provincia, decidió montar su propio teatro de operaciones. Mar del Plata se convierte así en el escenario perfecto para apretar al gobernador donde más le duele: en la gestión y en la foto. ¿Qué mejor manera de marcarle la cancha a Kicillof que generándole un conflicto de alta visibilidad en un evento cultural de prestigio internacional?
Es el manual del bombero pirómano: se genera el conflicto, se aviva el fuego con declaraciones cruzadas y después se presentan como los únicos con el matafuegos en la mano. Saintout y Amalfitano no defienden el festival, defienden su caja de poder, su cuota de influencia. Son los actores de reparto de una trama mayor escrita en las oficinas camporistas.
Mientras tanto, los verdaderos rehenes de esta interna son los marplatenses y los amantes del cine. Los que esperan el festival para trabajar, para disfrutar de la cultura, para ver su ciudad en el centro de la escena por algo más que playas o internas feroces. La Cámpora, en su afán por dirimir sus diferencias con el gobernador, no duda en poner en riesgo una inversión económica vital, un prestigio internacional y una tradición de 40 años.
Hablan de que "el cine es trabajo y soberanía", pero su accionar es una clase magistral de cómo la politiquería más rancia puede pisotear ambas cosas. En su guerra por un metro cuadrado más de poder, están dispuestos a que la única película que se proyecte en noviembre sea la de su propia decadencia, con Mar del Plata como un simple daño colateral en la pantalla. La alfombra roja, por ahora, espera manchada y en silencio, víctima de una interna que tiene mucho de drama, poco de arte y demasiado de cálculo político.