La Tecla Mar del Plata
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Carrefour todavía no se fue, pero ya todos preguntan quién se queda con las góndolas, los empleados y hasta los changuitos. Mientras en París hacen cuentas para cerrar la persiana argentina, en Mar del Plata el Sindicato de Empleados de Comercio salió a marcar territorio: antes de que alguien se reparta el supermercado, quieren saber si los más de 240 trabajadores locales siguen cobrando el sueldo o pasan a la góndola de ofertas.
El gremio que conduce Guillermo Bianchi se reunió con la dirección local de la empresa para exigir certezas. Sobre la mesa dejaron una nota formal y un mensaje directo: respetar los acuerdos vigentes y garantizar cada puesto de trabajo. No es solo un reclamo salarial, es una advertencia política. “Son más de 240 familias que pusieron el cuerpo para sostener esta empresa en la ciudad”, recordaron desde el SECZA, apelando a un acuerdo internacional firmado por Carrefour y UNI Global Unión, que obliga a la compañía a mantener el diálogo social y la protección de derechos laborales.
Pero la discusión no es solo sindical, también es comercial. Carrefour rechazó una oferta directa de Cencosud sin auditoría previa y habilitó una compulsa entre interesados: suenan Coto, el Grupo De Narváez (dueño de ChangoMás) y cadenas internacionales que ven una oportunidad en medio de la recesión. Las variables no son solo económicas: si hay concentración de mercado, la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia y la Secretaría de Industria deberán revisar la jugada.
Para los trabajadores, el problema inmediato es la incertidumbre. Un eventual cambio de dueño podría traer auditorías, cierres de sectores, retiros “voluntarios” o renegociaciones de contratos. Por eso, el sindicato pide un proceso claro, con fechas, información oficial y participación sindical antes de cualquier reestructuración. El temor es concreto: que el mercado decida más rápido de lo que la política quiera intervenir.
Mientras tanto, en las oficinas de Carrefour Francia ya pusieron fecha tentativa: antes de fin de año o, a lo sumo, en los primeros meses de 2026, quieren dar por terminado su capítulo argentino. El cansancio ante la inflación, los cambios normativos y la caída del consumo pesa más que cualquier plan de reinversión. La pregunta es quién se animará a comprar y quién quedará pagando la cuenta.