La Tecla Mar del Plata
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La política marplatense volvió a sorprender con uno de sus clásicos: el enroque eterno de nombres que, aunque cambien de silla, nunca pierden el salario. Esta vez, la trama tiene a Santiago Bonifatti como protagonista, recién eyectado de la primera línea del Ejecutivo interino de Agustín Neme y con un futuro que, paradójicamente, podría seguir atado al Estado.
Después del papelón público que lo dejó expuesto —cuando, enceguecido por la furia, increpó a Neme— el ex funcionario quedó orbitando sin rumbo, flotando entre viejas relaciones políticas y promesas de pasillo. Sin embargo, el viento de cola parece no abandonarlo del todo: trascendió que podría recibir una oferta para ocupar una Dirección General. Sí, un escalón más abajo… pero con el recibo de sueldo asegurado. La pregunta que sobrevuela es simple y brutal: ¿aceptará el “descenso” para no perder los aportes?
Porque, seamos sinceros, en el ecosistema municipal algunos cargos funcionan como chalecos salvavidas. Y Bonifatti sabe de eso: presidió el EMVIAL, volvió al Concejo, intentó ser intendente, fue secretario de Gobierno de Guillermo Montenegro y recaló en el EMSUR. Todo sin haber conquistado, ni de casualidad, el respaldo electoral que justifique esa línea de tiempo.
Ahora, el tablero lo ubica fuera del Ente Municipal de Servicios Urbanos, reemplazado por Daniel Martínez, el funcionario que construyó su perfil a fuerza de operativos contra los “trapitos”. Bonifatti, en cambio, enfrenta una realidad menos lustrosa: una silla más chica, menos exposición y la sensación de que ya no hay margen para otro tropiezo.
Los rumores indican que el sueldo estaría lejos de la categoría que lo acompañó hasta hace pocos días. Una rebaja silenciosa que muchos interpretan como castigo político, y otros como una excusa elegante para correrlo sin escándalo. Pero al final de la jornada, lo que verdaderamente importa es si el ex secretario elegirá sostener la carrera con respirador público o si, por primera vez en años, se animará a salir del circuito estatal.
Mientras tanto, en la ciudad crece una certeza incómoda: en Mar del Plata, hay apellidos que caen de pie. Y el de Bonifatti parece tener, todavía, un par de vidas más.