25 de noviembre de 2025
A PASO FIRME
Gabriela Pagnussat: la bióloga marplatense que le dio resiliencia a las plantas y se convirtió en pionera mundial
La investigadora del CONICET fue galardonada con el Premio L’Oréal-UNESCO por una técnica de vanguardia que prepara a los cultivos para resistir temperaturas letales desde la semilla, ofreciendo una solución crucial frente a la amenaza del cambio climático y a la seguridad alimentaria global.

La fascinación de Gabriela Carolina Pagnussat por la Biología comenzó en un taller de genética en el colegio secundario, un chispazo que la llevaría a una carrera dedicada a desentrañar los secretos de la vida vegetal. Hoy, con 53 años, licenciada y doctora en Ciencias Biológicas por la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP), e investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), es la figura detrás de un descubrimiento pionero que promete revolucionar la agricultura mundial: la capacidad de conferir a las plantas una "memoria del estrés térmico" de manera artificial.
Su innovador proyecto, titulado “Hacia cultivos resistentes a las olas de calor: Activación del factor de splicing SWAP mediante tecnología CRISPR-dCAS9”, le valió el prestigioso Premio Nacional L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia”. Este reconocimiento no solo valida años de riguroso trabajo en el Instituto de Investigaciones Biológicas (IIB, CONICET-UNMDP), sino que también le otorga el impulso necesario para probar su método en cultivos de alto valor agronómico como el arroz y la soja.
El desafío que Pagnussat y su equipo abordan es monumental: el aumento global de las temperaturas y las recurrentes olas de calor amenazan con pérdidas millonarias —entre el tres y el diez por ciento de la producción global por cada grado de aumento— y ponen en jaque la seguridad alimentaria. Lo que diferencia a su investigación es que, en lugar de buscar la aclimatación adquirida, el equipo se enfocó en comprender el mecanismo por el cual las plantas mueren directamente por calor extremo. El momento clave ocurrió hace más de una década, cuando Pagnussat, al conocer el hallazgo de la ferroptosis —un tipo de muerte celular dependiente del hierro descrito en células tumorales humanas—, tuvo la intuición de que este mecanismo podría estar activo también en las plantas.
Al regresar a su laboratorio, junto a sus colegas Ayelén Distéfano y Victoria Martin, replicaron el experimento inhibiendo esa vía de muerte celular en plantas de laboratorio, y las sometieron a 55 grados centígrados. El resultado fue asombroso: las plantas tratadas sobrevivían, mientras que las no tratadas morían. Habían descubierto que la ferroptosis se dispara en las plantas específicamente por el calor, un hallazgo publicado en la portada del Journal of Cell Biology en 2017. A partir de allí, el camino se centró en cómo frenar esa muerte celular. El equipo identificó al gen SWAP, clave en el procesamiento de ARN y en la "memoria" del estrés por calor de las plantas. Su propuesta es "encender" SWAP usando la avanzada tecnología CRISPR-dCAS9 para editar genes, logrando que las plantas nazcan con esa "memoria artificial" de un calor que nunca experimentaron. Esto significa que estarían preparadas para tolerar temperaturas extremas desde su origen, sin necesidad de aclimatación previa y sin afectar otras funciones de la planta.
El trabajo de Pagnussat se destaca por su resiliencia y su capacidad de transpolar el conocimiento, reflejando la plasticidad que tanto admira en el mundo vegetal. Tras su posdoctorado en la Universidad de California, regresó al país gracias al programa de repatriación de científicos para desarrollar su línea de estudio, una apuesta que hoy la posiciona a la vanguardia mundial en este campo. A pesar de los desafíos de financiamiento que enfrenta la ciencia argentina —razón por la cual cofundó la startup biotecnológica ThermoReleaf—, Pagnussat y su equipo han seguido adelante, financiando la investigación con recursos propios y premios.
Para ella, el reconocimiento llega en el momento justo: "Necesitamos esta visibilidad para lograr apoyo público y privado para nuestro proyecto... Mi sueño a futuro es que lo que descubrimos se aplique en todos los cultivos que sufren olas de calor, logrando resolver el problema de las pérdidas de cultivo y dando una solución desde la ciencia a una amenaza a la seguridad alimentaria global".
Su historia es un testimonio de cómo la investigación básica se convierte en la llave de la innovación tecnológica, impulsada por el talento y la perseverancia de una mujer científica.