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Viernes, 17 octubre 2025
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17 de octubre de 2025
¿CONTINUARÁ?

Bonifatti y el ausentismo como estrategia: la casta que no trabaja, pero negocia

Santiago Bonifatti, presidente del Ente de Servicios Urbanos, exhibe con descaro su desinterés por la gestión y el servicio público. Mientras los servicios languidecen, su tropa de funcionarios trabaja a reglamento. La razón es simple: su única agenda es la rosca que le garantice la continuidad más allá de diciembre. El emblema de la casta política marplatense en su máximo esplendor.

Bonifatti y el ausentismo como estrategia: la casta que no trabaja, pero negocia
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El Ente Municipal de Servicios Urbanos (EMSUR) se ha convertido en el triste teatro de operaciones de la más rancia especulación política marplatense, con Santiago Bonifatti a la cabeza. El presidente, designado para gestionar lo que es esencialmente el corazón de la vida urbana, parece haber declarado una huelga personal e invisible: no va a trabajar. Su silla en la oficina, o mejor dicho, su ausencia de ella, es elocuente. No es un descuido, sino una estrategia, un mensaje de desdén hacia la función pública que ejerce —o debería ejercer— y hacia los ciudadanos que la financian. Mientras los servicios urbanos languidecen o se mantienen a duras penas, Bonifatti se dedica a un deporte mucho más lucrativo para su carrera: la negociación de pasillo.

La parálisis de Bonifatti ha contagiado a su tropa. Más de una docena de funcionarios, sus alfiles en el Ente, trabajan en un estado de brazo caído, a reglamento, cumpliendo el mínimo indispensable para justificar el sueldo y la cómoda inercia. Es una cadena de desidia que nace en la cabeza y se extiende por el cuerpo del organismo. 

Esta inactividad programada tiene un motor cínico y explícito, destilado en el presunto pensamiento del propio Bonifatti: “Mientras que a mí me banque Guillermo, de ahí para abajo no me importa nada”. No es solo un acto de soberbia, sino una declaración de principios sobre cómo entiende la política: un juego de respaldos cupulares donde el ciudadano y la gestión son meros detalles prescindibles.

Bonifatti da por sentada su continuidad, apoyado en la supuesta bendición del intendente Guillermo Montenegro y una “excelente y fluida relación” con Emiliano Giri, presidente del PRO local. Este triángulo de poder lo exime, a sus ojos, de la necesidad de mostrar resultados o, peor aún, de asistir a su lugar de trabajo. Él no necesita gobernar; necesita asegurarse el puesto. Este es el verdadero rostro de la casta marplatense: la de aquellos que se saben inamovibles por su red de contactos y lealtades cruzadas, ajenos al mérito, a la eficiencia o al compromiso. 

De este modo, Bonifatti se ha erigido en el ícono patético y emblemático de esta lógica parasitaria, donde el esfuerzo se reemplaza por el amiguismo y la vocación de servicio por la especulación rentista. La ciudad tiene, en Bonifatti y su Ente desmantelado por el desinterés, la prueba viviente de cómo la política entendida como un negocio personal destruye la gestión pública.

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