9 de diciembre de 2025
ZONA DE GUERRA
Cruces, chicanas y caos: la Sesión Preparatoria, entre la rosca y el escándalo
El inicio del nuevo período legislativo en General Pueyrredon estuvo signado por un retraso de dos horas que caldeó los ánimos en el recinto y por una fuerte controversia en la elección de autoridades. El nuevo oficialismo hizo valer su “mayoría automática” para ocupar la totalidad de la mesa directiva, exiliando a la oposición. La jornada, que expuso la fractura entre AM y Fuerza Patria, dejó en evidencia el divorcio entre los tiempos de la política y la paciencia de los vecinos.

Lo que debía ser una fiesta de la democracia en General Pueyrredon terminó pareciéndose más a una postal del hartazgo social y la mezquindad política. La Sesión Pública Preparatoria del 9 de diciembre estaba convocada para las 12 del mediodía, pero la "rosca" —ese término que la política ama y la gente detesta— dictó sus propios tiempos. Durante dos horas, el Recinto de Sesiones se convirtió en un caldero, tanto literal por la falta de ventilación como simbólico por el humor de los presentes. Familiares y militantes, sudados y hastiados, pasaron de la expectativa al insulto en cuestión de minutos. "Basta de rosca", se escuchó bajar desde la barra, seguido de un lapidario "Si son todos la misma mierda, ¿por qué no se reparten los cargos y listo?". La frase, cargada de bronca, fue anotada diligentemente en una pequeña libreta por el concejal oficialista Julián Bussetti, quien más tarde usaría ese mismo descontento como arma discursiva.
Sin embargo, el foco del conflicto no estuvo en las formas, sino en el fondo: la distribución del poder institucional. El retraso no fue casualidad. Mientras los concejales entraban y salían simulando actividad, lo que se terminaba de cocinar a fuego lento era el diseño del nuevo poder legislativo. Y la sorpresa fue mayúscula: el interbloque oficialista decidió pasar la aplanadora.
Históricamente, y como una práctica de usos y costumbres democráticas desde 1983, la vicepresidencia primera solía quedar en manos de la primera minoría opositora. Esta vez, el interbloque oficialista decidió romper con esa lógica. Bajo el argumento de la legitimidad de las urnas —"les ganamos por el doble de votos", enfatizó Bussetti en un encendido discurso—, el oficialismo impuso su número para quedarse con todo el esquema de autoridades: la presidencia para Emiliano Recalt (La Libertad Avanza), y las vicepresidencias para Gabriela Azcoitia (UCR/Nuevos Aires) y Florencia Ranellucci (PRO). Asimismo, Franco Luchina (PRO) fue designado como secretario del Concejo.
Este movimiento confirmó, además, el reordenamiento del mapa político local. La UCR/Nuevos Aires, bloque liderado por el retornado Ariel Martínez Bordaisco, actuó en total sintonía con la propuesta del Ejecutivo. Lejos de mostrarse como una fuerza "alternativa" —algo que se debatió durante la campaña—, Bordaisco avaló la estrategia de votar la mesa directiva en bloque, garantizando la hegemonía oficialista y desoyendo los reclamos de proporcionalidad de la oposición.
Una oposición, dos estrategias
Si el oficialismo mostró abroquelamiento, la oposición exhibió sus diferencias tácticas y discursivas. Por un lado, Acción Marplatense (AM), buscó marcar un perfil propio. Horacio Taccone se encargó de aclarar reiteradamente que su espacio integra el "Movimiento Derecho al Futuro" del gobernador Axel Kicillof, trazando una línea divisoria clara para alejarse de La Cámpora. A pesar de cuestionar la legalidad de la votación, AM decidió permanecer en sus bancas.
Por otro lado, el bloque Fuerza Patria (FP) optó por la confrontación directa. La concejal Mariana Cuesta fue la voz cantante del espacio, denunciando que el oficialismo "usurpaba bancas" y rompía los acuerdos de la Comisión de Labor. La tensión escaló al punto de que el bloque decidió retirarse del recinto antes de finalizar la votación, en señal de protesta.
La figura más desconcertante de la tarde fue, sin dudas, Pablo Obeid. El hombre que venía del Senado provincial y cuyo nombre era el propuesto para ocupar la vicepresidencia primera —el cargo en disputa—, se mantuvo "pintado" en su banca. Mientras su compañera se desgañitaba denunciando el atropello institucional, tildando de "cobardes" a los oficialistas y acusándolos de "usurpar bancas", Obeid no emitió sonido. Su silencio fue aturdidor. Resulta paradójico que la principal víctima política de la maniobra oficialista no haya sido capaz de articular una defensa propia, dejando que el peso del conflicto recayera enteramente en Cuesta, quien terminó retirando al bloque del recinto al grito de "vergüenza".
El contraste con el oficialismo fue notorio. Bussetti, a menudo polémico, esta vez se plantó con un discurso sólido y confrontativo. Lejos de amilanarse ante los abucheos, utilizó el insulto de la tribuna —"son todos la misma mierda"— para contraatacar a la militancia kirchnerista, recordándoles la derrota en las urnas. Fue una de las pocas voces que logró imponerse en medio del caos, defendiendo la legitimidad de las mayorías, aunque la legitimidad ética de romper acuerdos históricos quede en el terreno de la duda.
Un clima de época
La sesión cerró con la aprobación de las autoridades propuestas por el oficialismo, pero dejó interrogantes sobre el funcionamiento futuro del cuerpo. Desde el Frente Renovador (FR), Juan Manuel Cheppi advirtió sobre el riesgo de continuar con un Concejo que funcione como una "escribanía".
La sesión, presidida provisionalmente por un Marcelo Cardoso que no pudo ocultar sus raíces sindicales al llamarla "asamblea", terminó de la peor manera. Con Fuerza Patria abandonando el recinto, el oficialismo votó en soledad sus cargos, mientras AM permanecía en sus bancas solo para dejar constancia de su desagrado. "Es una Preparatoria triste, calamitosa", sentenció Taccone, resumiendo el sentir de muchos.
El nuevo Concejo Deliberante nace así, herido de institucionalidad y divorciado del humor social. Con un oficialismo que no distingue entre mayoría y hegemonía, una UCR que ha entregado las llaves de su identidad a cambio de pertenencia al poder, y una oposición que, al igual que Obeid, parece no encontrar su voz. Mientras tanto, afuera y adentro del recinto, la gente sigue esperando, acalorada y descreída, confirmando que la distancia entre la "rosca" y la realidad es cada vez más abismal.