Las críticas internas dentro del Municipio ya no se limitan a la política o a los servicios urbanos. En las últimas semanas, el foco empezó a correrse hacia los Organismos Musicales Municipales, donde crece el malestar de otros trabajadores comunales por los privilegios laborales, los altos costos y una lógica de funcionamiento que muchos consideran desconectada de la realidad municipal.
La Orquesta Sinfónica, la Banda Sinfónica y la Orquesta Municipal de Tango volvieron a quedar bajo la lupa tras el último concierto de la Banda Sinfónica, que interpretó la Misa Criolla el viernes en el Teatro Colón. Luego de esa presentación, comenzó un receso que, lejos de ser excepcional, ya se volvió costumbre. En la práctica, los músicos no volverán a cumplir funciones hasta la segunda semana de enero.
El punto que genera mayor ruido es que, al no haber ensayos programados, los integrantes de los organismos directamente dejan de concurrir a sus puestos, aunque no se trate formalmente de un período de vacaciones. Esta situación genera resquemores en otras áreas del Municipio, donde los trabajadores deben cumplir horario aun sin tareas específicas asignadas.
El enojo se profundiza al comparar condiciones laborales. Los Organismos Musicales gozan de dos recesos anuales de 28 días cada uno —56 días en total—, el doble de vacaciones que el resto de los municipales. Además, están excluidos del premio por presentismo y cuentan con una flexibilidad total para solicitar carpetas médicas sin perder beneficios, algo que no ocurre en otras dependencias.
A esto se suman las licencias por código 92, como el mes completo de inactividad durante el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, período en el que no trabajan entre el 23 de octubre y el 18 de noviembre. Mientras tanto, desde los propios organismos continúan las presiones para avanzar con concursos internos, ascensos de categoría y la incorporación de más personal a una estructura ya cuestionada.
El aspecto económico termina de encender la polémica. Según cifras oficiales, la a las que La
Tecla tuvo acceso, la recaudación anual de los tres organismos, con un promedio de dos conciertos mensuales, ronda los 21 millones de pesos. Un número que resulta demoledor: no alcanza siquiera para cubrir el salario anual de un solo músico, que con un ingreso promedio de 1,5 millones de pesos mensuales implica un costo cercano a los 18 millones al año.
En un Municipio que arrastra problemas estructurales, servicios deteriorados y áreas que reclaman recursos básicos, el sostenimiento de esta estructura empieza a ser visto como indefendible. La pregunta ya no es solo cultural, sino política: hasta cuándo el Ejecutivo podrá sostener un esquema que genera cada vez más ruido puertas adentro.
