16 de diciembre de 2025
CLIMA CALIENTE
La desierta licitación de la Terminal de Contenedores desnuda el fracaso de la gestión camporista en el puerto de Mar del Plata
La realidad se impuso sobre el relato de escritorio. La apertura de sobres para la Terminal de Contenedores terminó sin ofertas, confirmando lo que gremios y empresarios venían advirtiendo: el pliego era inviable. El “rotundo éxito” de no conseguir ni un solo interesado deja al Consorcio Portuario, presidido por Marcos Gutiérrez, en un laberinto político y administrativo que encauza su salida, mientras la estación marítima sufre una sangría de cargas y conectividad.

Durante la ceremonia, el silencio se apoderó de las oficinas del Consorcio Portuario Regional. No fue un silencio de expectativa, sino la confirmación estrepitosa de un fracaso anunciado. El acto de apertura de sobres para la concesión de la Terminal de Contenedores del Espigón 2, promocionado durante meses por la gestión política local ligada a La Cámpora, culminó con un resultado previsible: desierto. Ni una sola empresa, nacional o internacional, presentó una oferta para operar el predio por los próximos diez años.
Para la conducción del ente, encabezada por Marcos Gutiérrez, el resultado representa un golpe de nocaut a la credibilidad de su gestión técnica y política. Lo que se intentó vender como un proceso de modernización y competencia terminó siendo la radiografía de una administración desconectada de la realidad productiva. La prórroga de 35 días, otorgada tras el primer traspié en noviembre, funcionó apenas como un “manotazo de ahogado” para estirar la agonía, pero no sirvió para corregir los vicios de origen de un pliego diseñado en despachos platenses, lejos del salitre y la dinámica real de los muelles.
El proceso tuvo tres interesados que compraron los pliegos: el actual operador TC2, la firma Murchison y el grupo chileno AgunSA. Sin embargo, el análisis de los números y las exigencias del contrato espantó a los tres. La ecuación planteada por el “triángulo de poder” compuesto por Fernanda Raverta, el senador Pablo Obeid y la —ahora ex— concejal Virginia Sívori, pretendía imponer condiciones de un puerto europeo en una terminal que hoy lucha por mantener su calado y su carga. Exigir un salto de los 3.000 contenedores anuales actuales a un objetivo de 13.000 al finalizar la concesión —un aumento superior al 400%— en un contexto de retracción económica, fue calificado por los actores del sector, lisa y llanamente, como un delirio.
La confesión de parte llegó, tarde, del propio presidente del Consorcio. Gutiérrez admitió tras el acto fallido que el contexto actual es "más desfavorable" que al inicio del proceso. Sin embargo, omitió mencionar que gran parte de ese escenario adverso fue catalizado por la propia impericia política. La salida de la naviera francesa CMA CGM y la caída del servicio "Atlas", que conectaba directamente con Brasil, no fue un accidente meteorológico, sino la consecuencia de la falta de previsibilidad y volumen. El caso de la multinacional de papas prefritas congeladas Lamb Weston, que optó por sacar su producción en camiones por la ruta 2 en lugar de utilizar el puerto local, es el ejemplo más gráfico de cómo la gestión actual ha fallado en retener y generar cargas.
El pliego, cocinado con una visión extractiva y burocrática, ignoró las advertencias que desde agosto venían realizando los sindicatos de estibadores y las cámaras empresarias. Se señaló la existencia de “zonas grises” en la contratación laboral y costos de inversión siderales que no se condicen con la infraestructura existente. Al querer vender "oro" cuando la realidad operativa ofrece limitaciones estructurales, el Consorcio logró lo imposible: que un negocio logístico estratégico no tenga quien lo quiera.
Hoy, el puerto de Mar del Plata queda operando bajo una precariedad alarmante, dependiendo casi exclusivamente de la frecuencia quincenal de Maersk para sacar pescado congelado, mientras el resto de la producción regional huye hacia las terminales porteñas por costos y logística. La incertidumbre generada por este proceso fallido pone en jaque no solo la operatoria actual, sino las próximas zafras de calamar y langostino, vitales para la economía de la ciudad. Los miles de trabajadores que agrupa el sector fresquero se encuentran en vilo, con incertidumbre y preocupación.
El “éxito” de dejar la licitación desierta expone la fragilidad de una conducción que priorizó la construcción política de la familia Raverta-Obeid por sobre los intereses de la comunidad portuaria. Ahora, con el proceso caído y la credibilidad por el piso, el Consorcio deberá barajar y dar de nuevo. La pregunta que resuena en los pasillos del puerto ya no es cuándo llegará el próximo barco, sino cuánto tiempo más podrá sostenerse una gestión que, en su afán de reescribir las reglas del juego, terminó vaciando la cancha.