31 de agosto de 2025
POLÉMICA
Raverta–Obeid: la dinastía de la casta marital
El progresismo en General Pueyrredon quedó reducido a una sociedad conyugal que reparte cargos como herencia. Raverta encabezando la lista seccional y Obeid con su lugar en la nómina local son la postal de un peronismo usado como trampolín personal.
La política marplatense vuelve a exhibir su peor rostro: el del reparto de cargos como si fueran propiedad privada. El matrimonio compuesto por Fernanda Raverta y Pablo Obeid decidió blindarse en las listas de Fuerza Patria, monopolizando los lugares de mayor relevancia electoral. Ella, como cabeza de lista de senadores por la Quinta Sección; él, como primer varón en la nómina de concejales de General Pueyrredon. Una jugada tan previsible como irritante para las bases peronistas, que ven cómo la cúpula partidaria se convierte en una verdadera dinastía política.
El malestar interno tiene razones políticas de peso. Raverta, extitular de la ANSES, exdiputada nacional y excandidata a intendenta, se aseguró el lugar más alto de la sección sabiendo que será ella, otra vez, quien enfrente a Montenegro. Y lo hará con un historial de derrotas acumuladas que debilitan al conjunto. Lejos de abrir el juego a nuevos liderazgos o de apostar a figuras con chances reales de crecer, optó por sostenerse a sí misma. Es la política del “yo primero” en estado puro.
Al mismo tiempo, Obeid transita un camino similar: termina mandato como senador provincial y tiene garantizado, por la propia Raverta, su lugar en la lista local. Un enroque perfecto, que desnuda el mecanismo de supervivencia de la pareja: nunca quedar afuera del reparto, aunque eso implique cerrar el acceso a otros dirigentes que podrían oxigenar el espacio.
Más que un proyecto político, lo que se observa es un matrimonio que juega a dos bandas, cuidando cada casillero, sin otra lógica que la de perpetuarse. La maniobra es un desafío no solo para el electorado, sino también para los propios militantes, que sienten cómo se les cierran las puertas en nombre de la “unidad”.
Raverta y Obeid encarnan lo que dicen combatir: una casta que se blinda con apellido compartido y padrinazgos internos. El resultado es un peronismo debilitado, desmotivado y enredado en las ambiciones personales de un matrimonio que parece más preocupado por asegurar su lugar en la política que por representar a quienes dicen defender.
En definitiva, el matrimonio aspira a seguir prendido del Estado. Pero en el camino dejaron expuesta su verdadera naturaleza: no son la renovación del peronismo, son su peor continuidad.