Mientras la actividad formal del Concejo Deliberante sigue virtualmente paralizada, la rosca política por el control de las comisiones se prolonga sin definiciones. Con el recambio de bancas ya consumado, el HCD todavía no logra poner primera y la negociación interna se convirtió en el verdadero eje del funcionamiento legislativo.
La discusión por las comisiones —13 en total— se transformó en una pulseada que excede los tiempos institucionales. Legislación, Obras, Hacienda, Movilidad, Educación, Salud, Turismo, Deportes, Ambiente, Derechos Humanos, Industria, Seguridad y Políticas de Género siguen sin conformación definitiva, mientras los expedientes comienzan a acumularse en la Mesa de Entradas sin tratamiento ni debate.
No todas las comisiones tienen el mismo peso. Algunas funcionan semanalmente y reúnen a nueve concejales; otras lo hacen de manera quincenal y con siete integrantes. Esa diferencia convierte cada presidencia y cada lugar en una ficha clave de una negociación que se estira más de lo previsto y mantiene al cuerpo en pausa.
En el oficialismo reconocen, en voz baja, que el nuevo mapa del Concejo obliga a hilar fino. Sin mayorías automáticas, necesita acuerdos puntuales para evitar bloqueos y garantizar el avance de los proyectos del Ejecutivo. Del otro lado, la oposición juega su propio partido y hace valer cada voto en una mesa donde nada se regala.
Mientras tanto, el costo político empieza a sentirse. Los expedientes siguen ingresando, pero no se discuten; las comisiones no funcionan y el Concejo aparece atrapado en una interna que se dilata. La rosca continúa, pero el reloj institucional corre y la parálisis legislativa empieza a dejar expuestas las dificultades del nuevo esquema de poder.