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Jueves, 26 junio 2025
Argentina
25 de junio de 2025
CONCEJO DELIBERANTE

De ordinaria, tuvo bastante: la sesión que volvió a mostrar el abismo entre la política y la gente

Mientras Mar del Plata atraviesa una crisis en distintos ámbitos y se acercan las elecciones, los concejales de General Pueyrredon protagonizaron un nuevo espectáculo. El recinto del Concejo Deliberante vivió una jornada frenética con gritos, huevazos, acusaciones cruzadas y ninguna propuesta concreta. Alejados de las urgencias reales, la política ya no construye, solo sobrevive. En este contexto, un militante y el exconcejal Roberto “Chucho” Páez increparon a un periodista de este medio durante la cobertura.

De ordinaria, tuvo bastante: la sesión que volvió a mostrar el abismo entre la política y la gente
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El Concejo Deliberante volvió a sesionar este miércoles y confirmó lo que muchos marplatenses sienten desde hace tiempo: la política local está encerrada en sí misma, enredada en peleas estériles, discursos vacíos y shows cada vez más lejanos de los problemas reales. La tercera Sesión Pública Ordinaria, de ordinaria tuvo bastante. Fue un desastre institucional, cargado de provocaciones, chicanas y miseria discursiva.

Desde el arranque, la sesión prometía más escándalo que deliberación. Ya en la Comisión de Labor Deliberativa se habían anticipado cuestiones previas cargadas de tensión, con el fallo contra Cristina Fernández de Kirchner (CFK) como telón de fondo. Lejos de canalizar la discusión con altura, lo que se vivió en el recinto fue un espectáculo bochornoso

En este marco, el concejal oficialista Julián Bussetti, ex militante kirchnerista, asistió con una remera provocadora que exhibía la condena a CFK y una taza con la leyenda: “El llanto de Cristina presa y su furia por tener que usar la tobillera electrónica”. Entre gritos y abucheos, los llamados al “orden y la institucionalidad” terminaron convertidos en una caricatura. El clima se rompió rápido. Hubo forcejeos, insultos y una escena iracunda con papelitos, botellazos, escupidas y hasta un huevo volador, que obligaron a interrumpir la sesión. El cuarto intermedio duró casi dos horas.

Ya de regreso, los concejales retomaron la sesión como si nada. Desde la oposición se cuestionó duramente el expediente 1618, que reza: “Desafectando del distrito Residencial Tres y afectando al distrito Central uno “a” el predio sito en la calle Güemes Nº 2224”. Así, citaron que la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, había asegurado de forma pública que la constructora involucrada “es una pantalla para lavar dinero del narcotráfico”. Concejales opositores remarcaron esa declaración y criticaron el silencio del interbloque oficialista, que solo atinó a aprobar el expediente. 

Así también, durante la jornada, pasaron concesiones para cafés en espacios culturales sin que el Concejo revise los pliegos, alquileres de baños químicos aprobados a favor de proveedores bloqueados por la propia municipalidad, declaraciones de interés y reconocimientos personales, como si eso compensara la ausencia de políticas para la ciudadanía. Todo sucedió bajo una capa de tensión que nunca desapareció. Los ediles, desde sus bancas, hablaron de institucionalidad, pero pocos hicieron algo por sostenerla. Incluso, cerca del final otro cruce entre los propios concejales reavivó el clima tenso y de escándalo en el recinto.

El problema ya no es la grieta política. Es la desconexión total. El recinto legislativo se ha convertido en una burbuja de discursos ideologizados, chicanas permanentes y disputas internas. No hay discusión de ideas Solo peleas por banderas partidarias, frases hechas y disputas personales que no mejoran ni un semáforo en la ciudad. La política se volvió una parodia de sí misma: ediles que se denuncian entre sí de victimarios y víctimas mientras afuera la pobreza avanza, los barrios esperan obras y la salud colapsa en los CAPS.

Y en el fondo, todos parecen defender lo mismo: agenda propia y su permanencia en la banca. Viven por, para y gracias a esas bancas. Es lo único que importa. No hay rumbo. No hay decencia. Solo una tragicomedia donde cada uno actúa para su tribuna, para su partido o para su próxima candidatura. La gente, mientras tanto, queda fuera de escena. Ni siquiera es parte del decorado. 

La política local se hunde en un espectáculo de baja calidad. Y lo más desolador: en medio de tanto ruido, no hay nadie escuchando a los marplatenses.

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