La Tecla Mar del Plata
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La trágica caravana de motos que el pasado fin de semana terminó con la muerte de un joven de 18 años y al menos siete heridos en Fortunato de la Plaza y Talcahuano dejó al descubierto una alarmante falta de control por parte del área de Tránsito de la Municipalidad. En el centro de las críticas se encuentra Alejandro Volpe, director general del área e integrante del equipo político de la diputada bullrichista Sofía Pomponio.
Según fuentes del área aseguraron que, desde su llegada a la Dirección General de Tránsito, los operativos de control disminuyeron notablemente. Además, señalaron que Volpe tendría un manejo autoritario y malos tratos hacia el personal a su cargo, lo que deterioró aún más el funcionamiento interno del área.
La caravana de motos, que se desplazó por varias calles sin intervención alguna, fue el resultado de una evidente ausencia de prevención. La falta de dispositivos de control, de retenes y de presencia estatal encendió las alarmas sobre una gestión que parece haber priorizado la rosca política por encima de la seguridad vial.
Volpe fue designado en el cargo luego de que Pomponio dejara su puesto en 2022. Su llegada respondió más a acuerdos internos que a una decisión basada en experiencia o capacidad técnica. En el entorno del oficialismo, ya hay voces que admiten que la inoperancia del funcionario empieza a volverse un problema político.
La inacción del área de Tránsito y la ausencia de controles efectivos frente a las picadas ilegales en distintas zonas de la ciudad permitieron que el problema se agravara con el tiempo. A esto se suma el crecimiento sostenido del parque automotor, especialmente de motos que circulan sin documentación ni medidas de seguridad, en un contexto de descontrol generalizado que las autoridades no supieron —o no quisieron— frenar a tiempo.
“Es un planero VIP”, lanzó con ironía un referente del oficialismo local que, aunque pidió reserva, no ocultó su malestar con el director de Tránsito. Mientras la ciudad llora una nueva víctima vial, la mirada está puesta sobre una conducción que parece haberse acostumbrado a mirar para otro lado.