22 de mayo de 2025
ÓRDEN PÚBLICO
Montenegro endurece su discurso: la seguridad frente a la falta de respuestas de la Provincia y la Justicia
El intendente reafirmó su política de seguridad con una frase contundente y un nuevo operativo de desalojo. En medio de críticas y denuncias, Montenegro consolida un modelo de intervención directa que desafía la pasividad de la Justicia y el vacío de la Provincia. Lejos de retroceder, redobla la apuesta sobre el eje que ordena su campaña: el control del espacio público.

El jefe comunal de General Pueyrredon, Guillermo Montenegro, volvió a instalar el tema de la seguridad en la agenda pública con una declaración que no pasó desapercibida: “Van a buscar hasta el último rincón para ocupar. Van a traer viejos, pibes… Tengo la misma posición desde que asumí ante tierras públicas y privadas: si toman los terrenos, los hago volar por los aires”. Lo acompañó con un video de la Patrulla Municipal desalojando a personas en situación de calle, una postal que sintetiza su forma de gobernar. El mensaje no fue sólo para los marplatenses: fue también para la Provincia y para la Justicia que mira para otro lado y no impone penas contundentes, mientras el delito avanza.
El intendente sabe que actúa en un terreno pantanoso: la seguridad urbana lo excede en términos formales. No controla a la Policía Bonaerense ni a los jueces que liberan detenidos a las pocas horas, pero su figura es la que más se expone cuando la calle se vuelve un lugar hostil. En ese escenario, decidió ocupar un lugar que otros esquivan. A falta de respuestas institucionales, Montenegro construye una política municipal que intenta llenar el vacío con presencia, operativos y decisiones concretas, incluso cuando eso lo deja en el centro de la polémica.
Detrás de cada desalojo, operativo o decisión de equipar a los agentes municipales con elementos no letales, hay un mensaje político: la Justicia no actúa, la Provincia no se hace cargo y el intendente pone el cuerpo. Esa es la narrativa que Montenegro eligió para profundizar su perfil de gestión y que empieza a consolidarse como estrategia de campaña. Frente al hartazgo social y a una demanda creciente de orden, busca ubicarse como el dirigente que no se esconde detrás de excusas. Construye su perfil político con la seguridad como bandera.
Las denuncias de organismos de derechos humanos y los cuestionamientos por presunta violencia institucional no lo corren de su hoja de ruta. Por el contrario, parecen reforzar su apuesta. En su esquema de lectura política, esas críticas provienen de sectores que no comprenden la dimensión real del problema o que directamente prefieren sostener el status quo. Para Montenegro, el problema de fondo no es la dureza de sus acciones, sino la negligencia de un sistema judicial lento y una provincia ausente que lo dejan solo frente al conflicto.
Esa soledad también es una bandera. El intendente avanza con recursos municipales, define una política y se planta frente los cuestionamientos de quienes critican su accionar, pero guardan silencio, por intereses o negligencia, frente a la no intervención de los reales responsables. En un contexto de incertidumbre y malestar, el perfil del jefe comunal empieza a calar hondo en un sector amplio de la sociedad.
En una ciudad golpeada por la inseguridad, el desempleo y las situaciones de calle, la figura de Montenegro se construye sobre una idea de orden posible. No promete soluciones mágicas, pero promete actuar. Mientras otros se amparan en la falta de competencia, él asume la responsabilidad política de intervenir. Con esa fórmula de interpelar al poder judicial, cuestionar al gobierno provincial y reforzar el control territorial, Montenegro no sólo consolida su narrativa: marca una diferencia y obliga al resto a definir dónde están parados.